domingo, 15 de diciembre de 2013

Un mundo distinto

En un lugar extraño, con ríos de oro, árboles de color rosa, rocas y piedras blandas como el corcho... vivían unos elfos, o duendes, de un tamaño parecido al de una botella de vino de navidad, o simplemente del tamaño de un cachorro de perro al nacer. Vivían en el interior de setas, junto a grandes árboles semejantes a ellos. Comían cualquier desecho que se les cayesen a los animales que vivían cerca. Eran felices hasta que un día, inesperadamente, un talador de árboles con una sombría intención cortó el árbol de la familia del rey. El árbol cayó lentamente sobre su casa y se quedaron sus habitantes debajo para siempre. Entonces, los demás elfos, o duendes, se mudaron y aprendieron que nunca se podía confiar en los humanos. (De José María Hurtado, de 1º de ESO A.)

lunes, 9 de diciembre de 2013

Las pieles de gato sable, relato


Las pieles de gato sable

Entre la tempestad demoníaca de las laderas infames y escarpadas de Ellevus y el frío todavía reciente en las pieles de los nuevos individuos que pueblan la tierra, llamados homo sapiens, se encontraba un cazador nato que sobrevivirá a varios inviernos. Este hombre se llamaba Hombre de piedra y cuidaba a su entonces reducido grupo de hombres y mujeres que lentamente se morían del frío sobrehumano.
Era una mañana de escarcha más fría y más duradera, signo de que el temido invierno se acercaba. Hombre de piedra estaba escondido en unos matorrales . Se llamaba Hombre de piedra porque tenía una cifra récord en sobrevivir a gatos sables, los depredadores más fieros de las montañas. Trece veces había sido herido, pero no muerto. Era de baja estatura, pelo enmarañado, con copos de nieve en las greñas. Con ojo avizor detectaba conejos o ratas indefensas; gracias a sus rápidos pies, ya acostumbrados al choque de las rocas, capturaba fieramente a las piezas. A veces se torcía algún miembro, pero sus compañeros, también bravos cazadores, le estaban agradecidos de por vida, ya que eso resultaba cuestión de morir o sobrevivir. La felicidad no duró mucho. El invierno estaba asomando y, con él, la muerte. Los gatos de sable no tenían miedo alguno, es más, aprovechaban tenazmente el hecho de que las poco hábiles presas eran ralentizadas por la helada escarcha y la intransitable nieve les cortaba el paso.
Hombre de piedra estaba parado en la copa de un pino, mirando al vacío; pensaba que aquella helada iba a ser la definitiva. Sus sentidos se apagaron lentamente mientras caminaba, vacilando, por un valle. De repente su sentido del oído se agudizó, escuchó un trueno retumbar entre las montañas, los pájaros alertaban a las bestias de que algo malo iba a ocurrir. Después del trueno hubo un silencio espectral: la calma antes de la tempestad. De repente millones de gotas descendieron a los torrentes a una velocidad de vértigo, él estaba en el peor sitio en el que se podía estar cuando llovía, en un valle. De choques intermitentes de las gotas se pasó a un estruendo estremecedor que bajaba hacia le valle. Hombre de piedra sabía que iba a morir, pero en un intento desesperado de luchar por su ajetreada vida, salió del caudal del agua al cabo de tres largos segundos, vio con terror cómo el torrente de agua succionaba con furia todo con lo que se topaba. Hombre de piedra intentó respirar hondo pero sus cuerdas vocales estaban demasiado tensas, poco a poco se fue tranquilizando, un fallo terrible...
El poder de la naturaleza se hizo más intenso, el agua bajaba más rápido y, arrancando un débil nogal lo hizo volar por los aires. Hombre de piedra se incorporó al ver el nogal abalanzarse sobre su cabeza, saltó ágilmente, con destreza de lince, pero el esfuerzo no bastó para engañar a la poderosa naturaleza, que terminó embistiéndole con fiereza y tenacidad. Después de un largo periodo de tiempo, Hombre de piedra abrió los ojos aturdido. La cabeza, llena de nieve, le zumbaba y le crujía de vez en cuando. No sentía nada, adormilado volteó la cabeza para despejarse, sin acierto alguno quiso mirar a su alrededor pero sus cansados y confundidos ojso difuminaban todo cuanto veían, se fijó en su derecha y algo extraño posaba en un árbol, cuando la vista se despejó, sin duda alguna se despabiló de repente, veía una especie de homo parecido a los sapiens, el homo antecesor, un ser más capaz y más fuerte. Estaba colgado de un manzano, lo arrastraba el agua, aunque algo parecía raro, estaba destripado, con la sangre aún fresca en su dura piel. Cuando Hombre de piedra se incorporó, vio que él y su entorno estaban mojados, y en algunos charcos la fría agua pasaba a estado sólido en cuestión de minutos.
El hombre destripado era sospechosos, pensaba el astuto sapiens. De nuevo su agudo oído captó por décima cuarta vez el sonido que no quería escuchar, el del demonio de la montaña, el del verdugo a cuatro patas, el de... el gato sable. Dirigió la vista al foco del sonido, cerca de la espesura de la nieve, vio un macho joven, el más fuerte y peligroso de su especie. El gato sable se abalanzó sobre él con rapidez. Con notables reflejos esquivó al felino, vio su esperanza en una vara afilada y perfecta para maniobrar contra el felino, el gato sable se fue hacia él y ya no le dio tiempo de reaccionar antes de que sus garras se le clavaran y le apresaran las costillas, en un acto de valentía recordó todos aquellos momentos en los que sobrevivió a los felinos, sus ojos se oscurecieron y su sufrido rostro, polvoriento y ennegrecido, pasó a ser una cara neutra e inerte. Sus ágiles músculos voltearon y embistieron al felino con fiereza. El gato sable gruñó y por un momento pareció un delicado gato apresado por un lobo hambriento alfa. Apresuradamente el homo sapiens cogió la vara y con rapidez disparó a la terrible fiera, perforando su piel de acero hasta deformar sus inquebrantables entrañas. Al cabo de un rato la bestia se rindió en un pilar de basalto, su respiración se ralentizó hasta dejar este mundo. Hombre de piedra despellejó al inerte y  arrastró su piel, perfecta para abrigarse del frío, hasta el campamento donde esperaban sus compañeros el regreso del cazador. Cuando Hombre de piedra volvió, ellos le preguntaron balbuceando: "¿Piel de gato sable?". Y Hombre de piedra, optimista, respondió: "Sí, compañeros, afilad vuestras lanzas, porque desde ahora nos haremos llamar las pieles de gato sable". (De Jesús Morales, 1º ESO A.)