sábado, 25 de enero de 2014

La vida de Ana


                     LA CASA DEL LAGO

Ana y sus padres tenían una casita al lado de un lago.
En ella pasaban todas las vacaciones.   A Ana le encantaba ir allí.
La casa era de madera, tenía un porche con un columpio que  había construido el padre, tenía grandes ventanales y una chimenea en el salón que encendían en invierno.
La casa estaba rodeada de árboles y en uno de ellos Ana tenía una casita,”era su casita del árbol”.
Y justo delante de los árboles estaba el lago. Un lago grande
y precioso que parecía de cristal, rodeado de bosque y de
montañas.
El sitio era precioso, en primavera y verano era verde  y en otoño e invierno solía estar nevado. Ana era allí muy feliz.
Un día que iba paseando cerca del lago con su perro, se encontró con un pato herido por un cazador. Ana se lo llevó a la casa y con la ayuda de sus padres y mucha paciencia lo curó.
No quería separarse de él, porque le había cogido mucho cariño, pero su padre le explicó que era un animal salvaje y que debía devolverlo a la naturaleza.
Una mañana que ya lo vieron fuerte, decidieron llevarlo al lago.
El animal estaba asustado al principio, y Ana se encontraba muy triste por tenerse que despedir de él.
Al llegar a la orilla, no se movía del lado de Ana, pero poco a poco y despacio fue hacia el agua. Al animal también le daba pena irse del lado de Ana. Él también quería mucho a Ana, que lo había tratado muy bien.



Ana y sus padres se quedaron allí mirando cómo el pato se alejaba por el lago, y decidieron seguirle por la orilla a ver a dónde iba. Estuvieron un rato detrás de él, en un momento se les perdió de vista pero luego lo volvieron a encontrar entre unas ramas; al acercarse, Ana vio con sorpresa que había un nido con patitos. Había cuatro patitos pequeños y uno más grande.
Ana llamó a sus padres, con mucha ilusión y alegría.
Todos se quedaron mucho rato mirando cómo el pato estaba allí en el nido con sus patitos.
Desde esa tarde, Ana iba todos los días hasta el nido y les llevaba comida y los miraba encantada, era su pasatiempo favorito.

Pero un día que se dirigía hacia allí como siempre, vio unos hombres con escopetas que iban en la misma dirección que ella.
Ana se asustó y comprendió que eran cazadores, quizá los mismos que hirieron a su pato, semanas atrás. No sabía qué hacer, tenía que salvar al pato y a su familia.
Entonces se escondió entre los árboles del bosque observando a los cazadores que estaban cerca del nido. Cuando vieron el nido, se pusieron en posición para dispararles, Ana estaba aterrorizada y empezó a gritar como una loca y a hacer ruido para que el pato y los patitos se asustaran y se fueran de allí.
Dio resultado porque los patos huyeron corriendo por entre las ramas y el agua del lago y desaparecieron.
Los cazadores se quedaron sorprendidos y Ana salió de su escondite y muy valiente les dijo que eran su familia de patos y que los dejaran en paz, pues eran pequeños. Los cazadores que tenían hijos de la edad de Ana, al verla tan apenada, se sintieron mal y le prometieron que no volverían. Ana había salvado a la familia pato.

Alba Martín Mariscal, 1ªA

sábado, 18 de enero de 2014

Recuerdos de una pesadilla




    Hace ya un tiempo de esto, y me acuerdo de poco. Lo único que recuerdo es aquella ciudad, con sus altas farolas, que, con su brillo anaranjado, daban un ambiente a la noche tétrico, las casas estaban deshabitadas y la madera podrida de puertas y ventanas producía un chirrido estridente, el único ruido de aquella noche. Mientras paseaba por aquella ciudad, vi un encapuchado que estaba de pie en una esquina oscura, me acerqué a ver quién era, entonces levantó la cabeza, no era de este mundo, tenía la cara cubierta por una máscara. Pronunció unas extrañas palabras y, a su espalda, apareció una especie de sombra, y, en sus manos, surgió una espada y la clavó en el suelo, entonces unas llamas de color azul crearon un pentágono, en cuyo centro estaba el ser aquel. Intenté huir, pero no lo conseguí, mis pies caminaban hacia el centro del pentágono, eso es todo cuanto recuerdo, desde entonces estoy aquí, perdido en este extraño lugar. (De Antonio Martínez, de 1º ESO A.)

Daniela, mi vida

Voy a contar la historia que me paso hace cinco años en una ciudad de Andalucía, Granada. Me llamo Daniela y tengo 14 años. De pequeña viví una historia bastante mala y por tanto la quiero compartir con vosotros. Yo vivía en un pueblo de Granada, Guadix. Cuando nací, mi padre desapareció; mi madre, María, me tuvo que cuidar desde entonces. Éramos, en esos tiempos, una familia muy humilde y bastante pobre. Mi madre tuvo que dejar el trabajo porque no nos podía cuidar a mi hermanos y a mí. Se ganaba el dinero pidiendo ayuda a mi familia: mis titos,mis primos, mis abuelos.... Cuando nos fuimos haciendo más mayores, mi familia ayudaba cada vez menos a mi madre.
Pasaron dos años y mi padre apareció en mi casa. Mi padre decía que se tuvo que ir por problemas de trabajo, todos sabíamos que estaba mintiendo. Yo vi discutir a mi madre y a mi padre en la cocina. Yo estaba arriba escuchándolo todo. Mi madre le dijo que nos tendrían que meter en un internado porque mi madre no tenía dinero para cuidarnos y mi padre no se quería hacer cargo de nosotros. Se lo conté a mis hermanos. Bajaron a hablar con mis padres, yo entonces tenía solamente cinco años, mis hermanos me dijeron que no me metiera, que ellos iban a hablar con mis padres. Después de hablar con mis padres, mis hermanos subieron bastante tristes, casi llorando. Yo les pregunté que por qué lloraban y ellos me dijeron que nos tendríamos que despedir de mi familia. Porque otra familia nos iba a acoger; yo, la verdad, no los entendí.
Al pasar un año nos llevaron a casa de una familia, mi madre me dijo que no me preocupara, que nos íbamos a quedar con esta familia a vivir porque ella no nos podía cuidar más.
Ahora que tengo 14 años, vivo en Jaén, con mi familia nueva. Estoy muy contenta porque nos tratan muy bien, a mis hermanos y a mí.
Es una historia que a mí me dolió mucho pero pienso que si mi madre no nos podía cuidar hizo lo mejor, porque nos buscó una manera de que nosotros fuéramos felices. Mi madre de ahora  deja que nos vayamos con María (mi madre) para pasar un rato con ella.

Las dos mujeres son muy amigas, yo nunca pensaría que iban a tener esta relación. 
(De Jennifer Fornell Criado, de 1º ESO A.)