sábado, 23 de noviembre de 2013

Hola, yo soy Mario Álvarez, un científico aventurero. En esta historia os voy a contar una aventura de las mías, y no creáis que es como todas, bueno, ya veréis.
 Un día en  mi trabajo de científico que había encontrado en América del Norte(Canadá), me habían pedido que fuese a sacar muestras del gran árbol de China que custodian los monjes budistas; tenía que sacarle unas muestras para un experimento, según ellos era confidencial y no lo podía saber. Cuando llegué a China, me indicaron el templo y fui a verlo, pero me encontré con unos monjes que casi intentaron matarme, me paré y al cabo del tiempo me dejaron coger unas muestras y me fui a Canadá, pero entonces me encontré al jefe diciendo que extinguiría a la raza humana. Me intenté ir pero de pronto cerraron las puertas y al jefe le salieron tentáculos y colmillos afilados, que me habrían devorado si no hubieran llegado a aparecer los monjes budistas. Si no hubiera sido por ellos, no habría podido escribir esta historia. (De José Baena, 1º de ESO A.)




Historia extraña


Cuando todavía era un caballo, un día del verano de 1973 entré en una casa embrujada. La madera era muy antigua, por lo que chirriaba cada vez que pisaba fuerte con mis gordas pezuñas.Esa casa me daba miedo pero me intrigaba saber lo que había dentro. Los cuartos eran oscuros, en cada uno de ellos se podía ver un baúl de los años 60. Pero un cuarto era diferente a los demás, era el cuarto donde dormían los supuestos propietarios de la casa .Entré en esa habitación; el baúl era también distinto, parecía más moderno, de un aspecto muy extraño, como si estuviera lleno de magia. Fui hacia él despacio para que no se despertaran los dueños (aunque lo malo era que si pisaba en la tabla equivocada chirriaría y haría que se despertaran). Al abrirlo, oí una especie de conjuro mágico, que decía: "Piiiide un deseeeeoooo". "Por favor, conviérteme en un humano, tengo corazón de humano, hablo como humano", dije yo. "Vale, lo haré, pero tu vida va a ser diferente a la de los demás", comentó la voz. "Hazlo rápido", le insté yo. "Adiós al caballo", profirió la voz.

De pronto aparecí en la habitación de una casa que no lograba identificar. Me fui acostumbrando a los hábitos de los humanos poco a poco. Esta es la historia en la que se cuenta cómo dejé de ser caballo para convertirme en un humano más. (De Aarón Alameda Casado, de 1º ESO A.)













La gran aventura

Era un amanecer diferente a todos los demás. Cristina se incorporó de la cama, se vistió y salió de casa. Era una chica apasionada de los caballos: desde que tenía cinco años montaba a caballo y todos los días cuando lo hacía experimentaba algo especial; en esos momentos se sentía libre, nadie le impedía nada. Manchas era una yegua a la que quería mucho, habían crecido juntas y eran casi inseparables. Una tarde salieron las dos por un bosque cercano a pasear, pero cuando estaban pasando por una charca Manchas se quedó atrapada allí. Cristina, asustada, se bajó y tiró de ella, pero no había manera, lo intentaba pero no conseguía moverla. Desesperada, vio por fin que Manchas andaba algo, hasta que poco a poco pudo salir. El problema era que la yegua se había dañado la pata y no podía andar bien. Volvió entonces a casa para curarla. Aquella noche Cristina se quedó a dormir en el picadero por si a Manchas le dolía la herida. Por suerte esta se recuperó sin dificultad. Cristina y Manchas seguirían siempre juntas como dos almas gemelas.
(Irene Ortiz, 1º ESO A)

sábado, 9 de noviembre de 2013

    Había una torre en cuya cima se cumplían todos los deseos que se podían pedir. Pero para llegar a la torre se debían pasar unas pruebas y para pasar dichas pruebas había que ser sobrehumano. En el mundo de Irin eso se consideraba un don. Decía la profecía que ser sobrehumano sólo ocurría cada mil años. El reto de ser sobrehumano no era fácil; los únicos que podían abrir la puerta celestial eran los sobrehumanos; pero Baam, un chico normal, consiguió abrir la puerta. ¿Cómo conseguirá Baam sobrevivir a las peligrosas pruebas que le aguardan? (Jesús Morales, 1º ESO A)



-Creía que nadie lo sabia, que nadie se había dado cuenta de mi ausencia. No quería seguir siendo ignorado por todos, siendo un desecho por mis defectos, no tenía cualidades, y si las tenía nadie nunca las había valorado.
-Eso no es verdad, y lo sabes. Todo el mundo tiene cualidades y defectos. Si nadie las ha valorado es porque tú no se las has demostrado.
-Bueno... eso es cierto... pero...
-Entonces qué me dices, ¿volverás?

-Sí, volveré, y daré lo mejor de mí mismo. Les demostraré a todos que sirvo para algo.
                                                                (De Olaia Arteagabeitia, 1º ESO A)

sábado, 2 de noviembre de 2013

Microrrelatos

Microrrelatos de 1º ESO A.

La vida es una semilla: una vez que la has regado, germina, pero si la descuidas, se seca. (Antonio Martínez Corral.)

Flora era una tortuga que vivía feliz en la charca donde había venido al mundo. Muchos animales, que iban a refrescarse en ella, le hablaban de la charca soleada, en la que las aguas eran claras, la comida era abundante y había otras muchas tortugas como ella. Decidida a encontrar ese lugar maravilloso, Flora un día hizo sus maletas y se marchó en su búsqueda. (Andrea Biedma Ruiz.)

Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello. (José Ignacio.)