Un día me desperté y cuando
salía de mi casa observé que me encontraba en un lugar en el que todas las
casas eran iguales, del mismo color y forma; también las montañas en las que se
encontraba la ciudad eran iguales, pero lo que más me sorprendió fue que los
habitantes de aquel pueblo tenían el mismo aspecto que yo, hasta se comportaban
igual que yo. Me pellizqué para ver si era un sueño; para mi desgracia era tan
real como la vida misma. Decidí entonces explorarlo un poco para ver si había algo
diferente, y sí que lo había: en un callejón observé a tres clones míos que estaban planeando destruir el mundo provocando un agujero negro que absorbiera
la ciudad. No quería que muriera tanta gente inocente y decidí seguirles para
ver su laboratorio y detenerlos. Cuando creía que estaba a punto de salvar a la
ciudad, un hombre me cogió y me tiró contra una mesa; justo antes de que activara el
agujero negro, lancé una silla a los controles y conseguí romperlos y salir antes de que
estallara el laboratorio.
Detuvieron a los hombres y me dieron una medalla por lo que hice.Volví a
mi auténtico mundo por un portal que ellos hicieron.
(De Ángel Grima, 1º ESO A.)
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