EL LEÓN
Una mañana de julio, mi familia y yo nos
dirigíamos en coche al aeropuerto. En el trayecto, mis padres repasaban la
lista de cosas que llevábamos y si nos olvidábamos de algo.
Llegamos
a la zona de embarque del aeropuerto y dejando las maletas en la cinta que se
las llevaba, sonó una voz femenina que avisaba a los pasajeros del vuelo 797
que quedaba poco para el despegue. Mi padre al oír que era nuestro vuelo nos
hizo correr a toda prisa para no perderlo. Una vez llegado al avión cada uno
tomó su asiento, a mi lado una señora me pidió amablemente que le cambiara el
sitio pues le daban miedo las alturas y tenía la ventanilla al lado, con una
gran sonrisa asentí con la cabeza y le cedí mi asiento. Al despegar saqué una
libreta y un bolígrafo con el cual
empecé a dibujar una sabana con un par de leones acechando a un grupo de
cebras. La señora me miró impresionada y me repetía lo bueno que era dibujando
una y otra vez. Decidí dormir un rato pues el viaje duraba unas 10 horas. Después
de tres horas de un sueño reparador desperté y seguí dibujando hasta que
aterrizamos, cogimos el equipaje, salimos del aeropuerto y llamamos a un taxi
que nos dejó en la puerta del hotel. Al bajar del taxi mi padre dijo:
-Familia,
estamos en África.
Lo
primero que hicimos fue dejar las maletas en las habitaciones y bajamos con las
cámaras, las mochilas y las botellas de agua. Nos fuimos de safari y vimos
jirafas, hipopótamos, cocodrilos y elefantes, pero lo que más me impresiono fue
un momento en el que un león atacó a una cebra. Me puse de pie en el Jeep para
hacer una foto cuando me caí al suelo. Cuando mi padre salía del coche para
cogerme una manada de hienas rodearon las puertas, una de ellas se acercó a mí
y yo no sabía qué hacer, estaba petrificado. Justo cuando sentía su aliento en
la cara, el león que vimos acechando a la cebra, soltó un rugido que ahuyentó a
la mayoría de hienas excepto a dos, a las que apartó de un solo zarpazo. En el
momento que creía que iba a ser devorado por un león, este se tumbó delante de
mí y empezó a lamerse las patas. Al no estar las hienas junto a las puertas del
vehículo, mis padres pudieron salir del Jeep y me abrazaron, y aunque me
regañaron por subirme al asiento del coche, me dijeron que subiera rápido, pues
les daba miedo que el león me atacase, y porque deberíamos estar en la ciudad
antes del anochecer. Así que tomé una foto rápida y me monte en el coche. Esa
fue la experiencia más terrorífica que he vivido en mi vida.
Antonio Corpas, 3º B
No hay comentarios:
Publicar un comentario