sábado, 11 de marzo de 2017

EL LEÓN

 Una mañana de julio, mi familia y yo nos dirigíamos en coche al aeropuerto. En el trayecto, mis padres repasaban la lista de cosas que llevábamos y si nos olvidábamos de algo.
Llegamos a la zona de embarque del aeropuerto y dejando las maletas en la cinta que se las llevaba, sonó una voz femenina que avisaba a los pasajeros del vuelo 797 que quedaba poco para el despegue. Mi padre al oír que era nuestro vuelo nos hizo correr a toda prisa para no perderlo. Una vez llegado al avión cada uno tomó su asiento, a mi lado una señora me pidió amablemente que le cambiara el sitio pues le daban miedo las alturas y tenía la ventanilla al lado, con una gran sonrisa asentí con la cabeza y le cedí mi asiento. Al despegar saqué una libreta y un bolígrafo con el  cual empecé a dibujar una sabana con un par de leones acechando a un grupo de cebras. La señora me miró impresionada y me repetía lo bueno que era dibujando una y otra vez. Decidí dormir un rato pues el viaje duraba unas 10 horas. Después de tres horas de un sueño reparador desperté y seguí dibujando hasta que aterrizamos, cogimos el equipaje,  salimos del aeropuerto y llamamos a un taxi que nos dejó en la puerta del hotel. Al bajar del taxi mi padre dijo:
-Familia, estamos en África.

Lo primero que hicimos fue dejar las maletas en las habitaciones y bajamos con las cámaras, las mochilas y las botellas de agua. Nos fuimos de safari y vimos jirafas, hipopótamos, cocodrilos y elefantes, pero lo que más me impresiono fue un momento en el que un león atacó a una cebra. Me puse de pie en el Jeep para hacer una foto cuando me caí al suelo. Cuando mi padre salía del coche para cogerme una manada de hienas rodearon las puertas, una de ellas se acercó a mí y yo no sabía qué hacer, estaba petrificado. Justo cuando sentía su aliento en la cara, el león que vimos acechando a la cebra, soltó un rugido que ahuyentó a la mayoría de hienas excepto a dos, a las que apartó de un solo zarpazo. En el momento que creía que iba a ser devorado por un león, este se tumbó delante de mí y empezó a lamerse las patas. Al no estar las hienas junto a las puertas del vehículo, mis padres pudieron salir del Jeep y me abrazaron, y aunque me regañaron por subirme al asiento del coche, me dijeron que subiera rápido, pues les daba miedo que el león me atacase, y porque deberíamos estar en la ciudad antes del anochecer. Así que tomé una foto rápida y me monte en el coche. Esa fue la experiencia más terrorífica que he vivido en mi vida.

Antonio Corpas, 3º B

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