sábado, 11 de marzo de 2017

La gacela y el león

En la cumbre del monte estaba el león, solitario y triste, se encontraba mirando el atardecer y sus pensamientos estaban llenos de dudas e indecisiones. Estaba tan agobiado de la vida que ya no quería ni siquiera cazar su alimento. El león estaba mirando el atardecer, cuando a lo lejos vio una figura que se acercaba. Era una joven gacela que se dirigía al estanque que estaba cercano al monte.
Por su parte, al momento de llegar la gacela a dicho estanque, se sintió observada y dirigió su mirada al león. Ella pensó en huir, pero su curiosidad pudo más y con sigilo se acercó al que siempre ha sido su depredador. Al ver que este no se movía se acercó a tal punto que llegaron  a estar uno al lado del otro.
‒¿Por qué te acercas a mí?‒ le pregunto el león a la gacela‒. ¿No crees que te puedo comer?
‒No lo creo‒ respondió la gacela‒. Puesto que parece que a ti te pasa algo.
 ‒Sí, así es‒ dijo el león‒. Ya estoy cansado de esta vida llena de miserias, de sufrimiento y tristeza, no quiero cazar, no quiero comer, solo deseo morir.
‒¿Por qué?‒ preguntó nuevamente la gacela.
El león la miró con compasión y le respondió:
‒La vida es dura y no es nada fácil. He perdido desde amigos hasta mi familia, he dañado a animales inocentes para alimentarme.
La gacela lo miró con enfado y le gritó: “¡Cobarde! Ya que te lamentas de tu desgracia, mírame a mí, no puedo estar nunca tranquila, pueden atacarme en cualquier momento. Alégrate de vivir, ya que es el más preciado regalo que nos pueden dar.”
Luego de estas palabras la gacela se fue corriendo, perdiéndose por entre la maleza.


Andrea González, 3º B

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